sábado, 13 de junio de 2020

La historia de una pluma a la vera de la Reina


“Lo arrecogieron entre cuatro y lo llevaron a morir a la vera de la Reina”.

Con este genial sarcasmo terminaba el canónigo Juan Francisco Muñoz y Pabón  la carta que le dirigía a una señora de la nobleza sevillana en la que se quejaba de que se hubieran oficiado unos funerales en la Catedral de Sevilla en memoria de Joselito el Gallo, ya que consideraba la señora que la Catedral estaba reservada para reyes, nobles aristocráticos, arzobispos y canónigos.

El funeral en la Catedral de Sevilla se celebró el día 21 de mayo de 1920. Dos días después de ser enterrado Joselito y diez días antes del celebrado en la Macarena con la Virgen vestida de luto.

Los dos fueron organizados por el canónigo de la Catedral de Sevilla D. Juan Francisco Muñoz y Pabón. El funeral de la Macarena fue oficiado por el también canónigo D. Jose Sebastián Bandarán. Ambos fueron personajes singulares e históricos en la ciudad de Sevilla.

A las exequias celebradas en la Catedral acudió toda la familia Gómez Ortega. Presidian el duelo sus hermanos Rafael, Fernando, Gabriela, Trinidad y Dolores; sus hermanos políticos Ignacio Sánchez Mejías, Enrique Ortega” El Cuco “y Manuel Martín Vázquez.

Además de la familia formaban parte del duelo su administrador Antonio Parra “Parrita”, su apoderado Don Manuel Pineda, y sus grandes amigos Don Juan Soto, D. Jose María del Rey y D. Juan Antonio Jacobo, su padrino D. Plácido Zambrano Fernández “Pimienta” picador retirado, D. Antonio Filpo (que le concedió la primera oreja que se dio en la Maestranza) y los señores Marvizón y Petit de la Hermandad de la Macarena.

Había también una presidencia de autoridades compuesta por el Gobernador Eclesiástico, El Gobernador Civil, el Alcalde Accidental, el Delegado de Hacienda, el Presidente del Casino Militar y el Capitán de Ingenieros donde Joselito había hecho el servicio militar.   

El duelo recibió y despidió en el trascoro de la Catedral.

Asistió al funeral lo más granado de la sociedad sevillana, todos los estamentos civiles, militares y religiosos, así como el Cabildo de la Catedral en pleno, revestido con el terno del Viernes Santo.

La catedral estaba decorada con los ornamentos más ricos y en el Altar Mayor se levantó un túmulo funerario de tres cuerpos cubierto por paños de terciopelo bordado en oro, rodeado de blandones de plata y presidido por la Cruz Patriarcal.

A las diez y media de la mañana se cantó la Vigilia y terminada ésta, la gran misa de Requiem  de Hilarión Eslava, mientras las campanas de la Giralda doblaban a muerte durante todo el día.

Ofició la misa don Luis Martín Moreno.

Terminada la misa, los canónigos, con velas encendidas, rodearon el túmulo mientras se entonaban responsos por el alma de Gallito.

Muñoz y Pabón tuvo una gran amistad con Joselito. Era un sacerdote muy peculiar. Nacido en Hinojos (Huelva) llegó a Sevilla a muy temprana edad para ingresar en el seminario. Se hizo popular con sus predicaciones y cosechó gran fama por sus novelas y cuentos. Hasta 27 llegó a publicar. Tuvo una activa participación en la coronación canónica de la patrona de Sevilla, la Virgen de los Reyes, primera imagen mariana coronda en Andalucía y fue el artífice principal de la coronación canónica de la Virgen del Rocio de Almonte. A la Blanca Paloma llegó a escribirle las famosas sevillanas “La Virgen del Rocío no es obra humana”

No es obra humana

la Virgen del Rocío

que bajó de los Cielos

una mañana

eso sería

para ser Reina y Madre

de Andalucía

 

Para recaudar fondos para esta última recurrió a Gallito que organizo un festival en la Monumental el 8 de diciembre de 1919.
Joselito en el festival benéfico para la coronación de la Virgen del Rocío
 

Hombre prolífico en todas sus facetas se proclamó profundamente español ante los fuertes brotes independentistas catalanes que ya en aquella época se manifestaban. Escribió un “Himno a la Bandera” que hoy día estarían de rigurosa actualidad y cuyos primeros versos no viene mal recordar.

¡Gloria a ti, Pabellón de Castilla,

pincelada de sangre y sol!

¡Quien no doble ante ti la rodilla

no merece llamarse español!

Estaba muy vinculado con las hermandades de Sevilla, en especial con la Macarena y el Valle. De hecho cuando La imagen de la Virgen del Valle sale ardiendo en la iglesia del Santo Ángel es restaurada posteriormente en su casa de la calle Abades.
Coronación canónica de la Virgen de los Reyes, la mayor devoción del Dr Leal Castaño

Los canónigos, entre los que se encuentra Muñoz Y Pabón observando la corona de la Virgen antes de la coronación.
 

Muy curiosa fue la maniobra que hizo con la imagen del Señor Atado a la Columna de la Hermandad de las Cigarreras. Hasta 1916 dicha hermandad tenía una fantástica imagen de Pedro Roldán cedida por el Arzobispado. La imagen fue sustituida por otra de Joaquin Bilbao de menos valor artístico, acabando la de Roldan en la iglesia de Hinojos , pueblo natal de Muñoz y Pabón que tenía gran interés en que su localidad natal tuviera una imagen de categoría, que a día de hoy aún permanece en aquella iglesia.

Aquella Semana Santa , una joven cigarrera disgustada por el cambio lanzó una maliciosa saeta a la Virgen de la Victoria comparando la talla de Bilbao con el pagador de la Fábrica de Tabacos que al parecer era un hombre fornido  y musculoso.

"Mare mia la Victoria

bien comprendo tu dolor

te han quitaito tu hijo

y t,an puesto er pagador".

A pesar de ello tenía gran amistad con el Director de la Fábrica de Tabacos de Sevilla, que le hacía múltiples regalos de cajas de cigarrillos que a la postre acabarían costándole la vida pues falleció en diciembre de 1920 con solo 54 años víctima de un cáncer de pulmón en su casa de la calle Abades, muy cerca de la Academia Sevillana de las Buenas Letras de la que fue miembro.  Una placa en la calle Abades de Sevilla lo recuerda

Miembro también de la Academia Sevillana de las Buenas Letras fue otro de los canónigos que participó en el funeral de Joselito en la Catedral y el oficiante principal del funeral en la Macarena. Don José Sebastíán Bandarán.

Un canónigo de armas tomar. Hombre serio y riguroso, pero entregado a Dios y al prójimo. Muy vinculado a muchas hermandades de Sevilla y al mundo del toro. En el año 1918 impone su disciplina a las hermandades creando el control de las mismas en la carrera oficial implantando “ El Palquillo” de La Campana, conocido en la época como el “Patíbulo”.

Fue el sacerdote que bendijo la Capilla de los Marineros y sus restos mortales yacen a los pies de la Esperanza de Triana.

El paso de la Virgen se monta quince días antes de su salida justo encima de su tumba, por lo que tiene el privilegio durante ese tiempo de ser su único e inamovible costalero.
Placa de la tumba de D. José Sebastián Bandarán en la Capilla de los Marineros
Vivía con su madre en el Barrio de Santa Cruz, en la calle Pimienta, que está dedicada a su memoria.
La misma calle en la que en la ficción vivía el torero Currito de la Cruz, encarnado en el cine por Pepín Martín Vázquez. Película taurina por excelencia junto a "Sangre y Arena".
Azulejo de la calle Pimienta
 
 
Cuenta la leyenda que toma la calle su nombre de un judío comerciante de especias que en ella vivía. Un día que blasfemaba contra Dios por lo mal que le iba el negocio pasó por allí un cristiano que le dijo que no tomará el nombre de Dios en vano que el Señor siempre provee. Al día siguiente un árbol seco de pimienta que tenía en su jardín comenzó a dar fruto. El judío acudió a la Catedral a pedir su conversión y la calle fue así nombrada.
Cuentan que el canónigo vivía en esa casa que el judío cedió a la Iglesia a su muerte.
Gran labor social hizo D. José Sebastián Bandarán y por ello tiene una calle dedicada en el Polígono Sur.
 
Dicen que apenas se le podía ver sonreír. Sin embargo había una persona que le conseguía sacar enormes sonrisas y con el que procuraba compartir mesa en los actos oficiales a los que solía ir. El Doctor Leal Castaño.
 
En las imágenes de abajo podemos ver unas fotos que lo atestiguan y que los periodistas de la época calificaron como de históricas por ver a D. José Sebastián Bandarán con grandes carcajadas. Fue en la celebración del 50 aniversario de la fundación del Sevilla FC y puede vérsele junto al Dr. Leal Castaño y D. Ramón Sánchez Pizjuán.

Tarjeta de visita del Canónigo y Predicador titular de la ciudad de Sevilla
 
Don José Sebastián Bandarán entre D. Ramón Sánchez Pizjuán y el Dr. Leal Castaño en la celebración del 50 aniversario del Sevilla. Obsérvese el escudo del Sevilla en la mesa
 
 
El Dr. Leal Castaño y D. José Sebastián Bandarán
 
 

Los dos canónigos tuvieron gran amistad con el Cardenal Marcelo Spínola, que había fundado “El  Correo de Andalucía” y que animaba a ambos a prodigar su vena literaria.

Le decía Marcelo Spínola a Muñoz y Pabón.

“A seguir escribiendo… Ni se contente solo con ser aficionado. Hágase profesional. Teólogos y canonistas, patrólogos y exegetas, tenemos muchos en la Iglesia. Filósofos y naturalistas tampoco nos faltan. De literatos es de lo que andamos escasillos”

La mentalidad puritana de la época le hizo tener grandes detractores a lo que Muñoz y Pabon siempre contestaba

“No crean que me irrito, ni que pierdo por ello la paz interior”.
D. Juan Francisco Muñoz y Pabón.
 

 

Precisamente en las páginas de “El Correo de Andalucia” publicó  un artículo sobre los funerales de Joselito y que por su interés reproducimos de manera literal porque generó tanto entusiasmo como polémica y escándalo en ciertos estamentos de la ciudad.
 
Extracto de las cartas
 

Decía el artículo lo siguiente:

“La muerte de Joselito ha sido toda una tragedia. En la plenitud de la vida- 25 años- , en el apogeo de la fama y en lo alto de la catedra de la sabiduría taurina, Joselito ha sido regado en flor por el asta de un marrajo.  

¡El ídolo de las muchedumbres y el fetiche de la afición ha rodado por la arena, roto y ensangrentado, muriendo ante dolores indecibles, cuando aún resonaban en los tendidos los últimos aplausos, que logró arrancar su arte prodigioso!... De aquí que Sevilla entera háyase horrorizado y conmovido ante esta tragedia tan luctuosa, como ante la de Sófocles el pueblo griego…

Los Hércules de la Alameda están de luto y la Giralda llora. ¿Cabe expresión de dolor más sevillana?

Delicadeza ha sido la primera, que es toda una caricia y equivale a una lágrima. Y delicadeza ha sido la segunda, que por ser toda una oración, equivale a un sufragio.

Con ser cosa tan fina, tan sencillamente delicada, enlutar con crespones los monolitos de la Alameda, y colgar, con mantones de Manila negros, los balcones del tránsito, cual si no hubiera para un torero muerto otro luto más apropiado que mantones de Manila, la finura de un funeral en la Santa Metropolitana y Patriarcal Iglesia le da quince y raya a la finura anterior.

Sevilla quería para la enormidad de la tragedia de su ídolo, exequias de Canónigo…, de Grande de España…, de Ministro de la Corona.., de Príncipe de la Sangre.., de Rey…, de Pontífice.

Con lágrimas en los ojos, se ha acercado al Cabildo Metropolitano en demanda de ello. El Cabildo, que tiene  el raro acierto de ponerse siempre en la realidad de las cosas, ha accedido a la súplica con proverbial benignidad; y, una vez puesto a hacer unos funerales dignos de Sevilla, ha desplegado toda la asiática pompa de su incomparable liturgia: ¡ La gran misa de Eslava y el terno de Viernes Santo!

Por cierto que no han faltado títulos de Castilla – asistentes al acto- que han sentido escándalo de que todo un Cabildo Catedral haga exequias por un torero…

Pero ¿Qué? ¿ No sois vosotros los que aplaudís a los toreros y los jaleáis; los que aduláis … formándoles corte hasta las mismas gradas del trono…, los que os disputáis sus saludos como una honra; tenéis en más su autógrafo , que los de cualquier intelectual consagrado, y juzgáis sus reliquias – a las veces más íntimas-como las de un confesor de Jesucristo?

Cualquiera os entiende, piadosísimos varones. Llegáis en vuestra demanda a rendir parias a la memoria del torero muerto, asistiendo a su funeral, y ponéis como chupa de domine al Cabildo, porque es tan “demócrata” que hace sufragios por un fiel que ha pasado a mejor vida en comunión con la Iglesia.

¿ O es que va nuestro Cabildo a guardar estos funerales para cuando muera un político, enemigo de Jesucristo y su Iglesia, y venga la Real Cédula de ruego y encargo? La Real Cédula, en el caso presente, la han expedido el pueblo y la familia doliente, y el Cabildo no ha hecho más que darle curso.

Ahora, si Joselito no ha sido tan funesto para la nación y para la Iglesia como lo son los políticos- aquí entran también los locales-, nadie tiene la culpa.

El pobrecito puede decirse que no ha hecho mal a nadie. ¡Ojalá que de todos los que mueren pueda decirse otro tanto!”

¿ Será por esto por lo que en los funerales de los políticos no suele haber más que “la música y acá”, y en las honras de Joselito ha estado “toda Sevilla”, empezando por vosotros, los títulos y los grandes, y acabando por los pobres y los humildes? ¿Es que os duele el contraste?

El remedio no está en Roma: mereced ser queridos en vida y llorados en muerte. El pueblo hará lo demás”.

La carta no tiene desperdicio y Muñoz y Pabón no se recató ni un ápice en expresar lo que sentía y pensaba.
 

No sentó muy bien el artículo. Muñoz y Pabón recibió en su casa una carta en papel timbrado reprochándole el artículo anterior.

 

Muñoz y Pabón le contesta en un artículo titulado “A Ella” que por su interés reproducimos a continuación:

 

“ La letra es de mujer ( de esa, toda picuda, que hemos convenido últimamente que es lo hiperelegante y ultrachic.., aún cuando no se entienda) y el papel es timbrado. Solamente que una mano precavida ha vaciado con las tijeras la cifra o blasón y no ha dejado más que la corona heráldica que cobijaba la una o remataba el otro.

Pone el grito en el cielo mi distinguida comunicante, porque una pluma como la mía –muchas gracias, señora, por las lisonjeras frases que me prodiga a este propósito- haya sido puesta por mí al servicio de la causa de un torero , “ de quien todo lo que usted tiene que decir –son sus palabras- es que no ha hecho mal a nadie”.

¿Me permite señora que le conteste?

Mire usted: como mi artículo no era precisamente panegírico del torero, ni como torero ni como hombre, sino de la delicadeza de sentimiento de la ciudad de Sevilla, al querer y procurar para su ídolo el luto civil de los Hércules de la Alameda y el sufragio cristiano del funeral en nuestra Basílica, no tuve por qué apurar el consonante de las virtudes públicas y privadas del pobrecito muerto. Pero, pues me tira usted de la lengua, con que si todo lo que tengo que decir de Joselito era eso, le diré que el infortunado espada era algo más que un hombre que no hacía daño a nadie.

Joselito era creyente. Era devoto. Y sin esas prodigalidades chocarreras, ni esos rumbos chabacanos de los toreros del antiguo régimen.

Joselito contribuyó como un príncipe a todo lo noble, a todo lo grande, a todo lo santo que se proyectó en Sevilla.

Ahí están, si no, las coronas de oro de la Virgen de la Esperanza de la Macarena y la del Rocío… el premio que proyectaba para costear la carrera de magisterio a un estudiante pobre de Sevilla…, las mil y una suscripciones para la caridad o para el culto, donde estampó su limosna, en cuyo beneficio expuso su pelleja, y las madres y las hermanas de otros cien, a quienes socorrió con mano prodiga.

¡Desengáñese usted, señora! Joselito era aún más querido que admirado; y cuando las muchedumbres llegan a querer, crea usted que por algo quieren.

Ni es esto sólo. Otro en su edad – en la flor de la vida-, con sus posibles, y sobre todo: en medio de la apoteosis de ídolo de las turbas, que era su medio ambiente, quizás hubiera dejado detrás de si una estela de escándalo. Joselito se ha deslizado por la historia como un muchacho de juicio, como un hombre bueno, con la puntería puesta en una novia, que iba a hacer su mujer, porque “era buena”; porque “era de su casa” y porque “tenía religión”.

¿Piensan así – y usted dispense la pregunta- sus hermanos de usted o sus primitos, al romper con el donjuanismo de solteros para entrar por el aro del matrimonio?

Crea usted que me holgaría sobre manera de que así fuese…

Por lo demás , señora, cada uno escribe lo que siente, y yo soy la sinceridad en carne humana. De ahí que tenga lectores quizá , y sin quizá, más que por lo bien que, según usted, escribo, porque, como dijo el clásico " de mi libre musa/jamás el eco adormeció a tiranos/ni vil lisonja emponzoñó mi aliento”. De usted, señora, con toda reverencia servidor y capellán, que en sus santas oraciones se encomienda. Juan F. Muñoz Pabón."

Buen repaso le dio a la señora.

La repercusión de la carta fue tal que los miembros del Club Gallito decidieron hacerle un homenaje ofreciéndole una pluma de oro costeada por suscripción popular.  Se formó una Comisión organizadora en la Lotería de la Europa cerca de la Alameda de Hércules.
Carta de la Comisión a The Times publicitando la suscripción
 

Al enterarse el canónigo escribió una carta a la Comisión

“Séame licito exponer una idea. Sea el obsequio una pluma. Y de oro.. Y todo lo más rica y artística que pueda dar de sí la suscripción. Aceptada desde luego y agradecida. Pero póngasele un alfiler, que la convierta en imperdible o broche, para sujetar con ella el cíngulo de la Virgen de la Esperanza. Sea para ella la pluma”.

No aceptó en principio la Comisión la sugerencia e insistían en regalarle a él la pluma. Volvió a escribirles otra carta en la que decía

“Vamos a dejarnos de pluma de oro que yo con la pobre que tengo me las compongo como Dios me da a entender  y vamos a convertir lo que se recolecte en el estipendio de una misa rezada, que yo me comprometo a decir el día que ustedes señalen, por el alma de Joselito en el altar de la Virgen de la Esperanza. Hecha mía dicha suma , mediante la aplicación del Santo Sacrificio, es mi voluntad que se emplee en una limosna de pan- A ser posible de trigo-  como un sufragio más por el alma del muerto, limosna que repartirán ustedes mismo cómo a bien tengan”

Aceptó la Comisión lo que Muñoz y Pabón  quería y le contesta

“Desde luego ya que ese es su deseo será la pluma de oro para la Virgen de la Esperanza, donada por usted.  El tamaño de la mencionada pluma se reducirá, apropiándola para un imperdible ganando en valor y arte lo que pierda en dimensiones. La Hermandad cuidará que la Virgen la luzca siempre y en especial las Madrugadas del Viernes Santo para que el pueblo, al ver la alhaja recuerde con cariño al escritor que supo hacerse  interprete de tan nobles sentimientos. Todo ello sin perjuicio de que si el resultado lo permite, le complazcamos también en la limosna de pan para los pobres”.

A la suscripción se adhirió también Rafael el Gallo que escribió a la Comisión

“En consideración y respeto de la memoria de mi infortunado hermano José, en representación de toda mi familia, me reserven el último lugar en la suscripción abierta, a fin de contribuir a ella en la forma que mejor estimen”


 

La Hermandad de la Macarena acordó en Junta de Gobierno que “se diera una limosna a los pobres, consistentes en hogazas de pan, en memoria de nuestro hermano José Gomez Ortega”

José en vida y de forma anónima daba dinero a su administrador  para que en Sevilla se repartiera el pan a los pobres. Solo cuando murió, y al notar su falta los beneficiarios, se supo que había sido él el que mandaba repartir aquellas hogazas de pan y aquellas limosnas tal y como contó su administrador.

Muñoz y Pabón si lo sabía y por eso pidió que se siguieran repartiendo con la colecta que se recogiera .

En la pluma puede observarse un gallo y un estoque en memoría de Jose.

No pudo llegar a ver la pluma en el fajín de la Virgen el canónigo, pues aquel invierno de 1920 fallecería.  

Terminaba la carta “A Ella” con una posdata en la que Muñoz y Pabón de forma sarcástica a la vez que humorística igualaba a Joselito a los nobles porque había muerto “ a la vera de la Reina”

“Para el pueblo, Joselito no podía morir en cualquier parte y de cualquier manera. Y – misté, don Juan:- me decía la mujer del pueblo, que me daba la noticia: - fue una corná tan regrande, que lo vació enteramente. Le jicieron la cura (lo cuá dicen que fue un horró) y le dieron el Santolio al pobrecito. Y ar verlo tan malito al infeli, po fueron y lo arrecogieron entre cuatro, y lo llevaron a morí… ¡ A la vera de la Reina!

Terminaremos nosotros con la frase del primer artículo de Muñoz y Pabón.

“Mereced ser queridos en vida y llorados en muerte”. Y así nos plantaremos sin duda “ a la vera de la Reina”...  
 

 

 

 

 






Hoy se torea en el Cielo por chicuelinas

Decían de él que toreaba como los ángeles y que sus muñecas eran de cristal por la suavidad con la que mecía el capote. Cuentan que ha entra...