“Lo arrecogieron entre cuatro y lo
llevaron a morir a la vera de la Reina”.
Con este genial sarcasmo terminaba el
canónigo Juan Francisco Muñoz y Pabón la
carta que le dirigía a una señora de la nobleza sevillana en la que se quejaba
de que se hubieran oficiado unos funerales en la Catedral de Sevilla en memoria
de Joselito el Gallo, ya que consideraba la señora que la Catedral estaba
reservada para reyes, nobles aristocráticos, arzobispos y canónigos.
El funeral en la Catedral de Sevilla se
celebró el día 21 de mayo de 1920. Dos días después de ser enterrado Joselito y
diez días antes del celebrado en la Macarena con la Virgen vestida de luto.
Los dos fueron organizados por el canónigo
de la Catedral de Sevilla D. Juan Francisco Muñoz y Pabón. El funeral de la
Macarena fue oficiado por el también canónigo D. Jose Sebastián Bandarán. Ambos
fueron personajes singulares e históricos en la ciudad de Sevilla.
A las exequias celebradas en la Catedral
acudió toda la familia Gómez Ortega. Presidian el duelo sus hermanos Rafael,
Fernando, Gabriela, Trinidad y Dolores; sus hermanos políticos Ignacio Sánchez
Mejías, Enrique Ortega” El Cuco “y Manuel Martín Vázquez.
Además de la familia formaban parte del
duelo su administrador Antonio Parra “Parrita”, su apoderado Don Manuel Pineda,
y sus grandes amigos Don Juan Soto, D. Jose María del Rey y D. Juan Antonio
Jacobo, su padrino D. Plácido Zambrano Fernández “Pimienta” picador retirado,
D. Antonio Filpo (que le concedió la primera oreja que se dio en la Maestranza)
y los señores Marvizón y Petit de la Hermandad de la Macarena.
Había también una presidencia de
autoridades compuesta por el Gobernador Eclesiástico, El Gobernador Civil, el
Alcalde Accidental, el Delegado de Hacienda, el Presidente del Casino Militar y
el Capitán de Ingenieros donde Joselito había hecho el servicio militar.
El duelo recibió y despidió en el
trascoro de la Catedral.
Asistió al funeral lo más granado de la
sociedad sevillana, todos los estamentos civiles, militares y religiosos, así
como el Cabildo de la Catedral en pleno, revestido con el terno del Viernes
Santo.
La catedral estaba decorada con los
ornamentos más ricos y en el Altar Mayor se levantó un túmulo funerario de tres
cuerpos cubierto por paños de terciopelo bordado en oro, rodeado de blandones
de plata y presidido por la Cruz Patriarcal.
A las diez y media de la mañana se cantó
la Vigilia y terminada ésta, la gran misa de Requiem de Hilarión Eslava, mientras las campanas de
la Giralda doblaban a muerte durante todo el día.
Ofició la misa don Luis Martín Moreno.
Terminada la misa, los canónigos, con
velas encendidas, rodearon el túmulo mientras se entonaban responsos por el
alma de Gallito.
Muñoz y Pabón tuvo una gran amistad con
Joselito. Era un sacerdote muy peculiar. Nacido en Hinojos (Huelva) llegó a
Sevilla a muy temprana edad para ingresar en el seminario. Se hizo popular con
sus predicaciones y cosechó gran fama por sus novelas y cuentos. Hasta 27 llegó
a publicar. Tuvo una activa participación en la coronación canónica de la
patrona de Sevilla, la Virgen de los Reyes, primera imagen mariana coronda en
Andalucía y fue el artífice principal de la coronación canónica de la Virgen
del Rocio de Almonte. A la Blanca Paloma llegó a escribirle las famosas sevillanas “La
Virgen del Rocío no es obra humana”
No es obra humana
la Virgen del Rocío
que bajó de los Cielos
una mañana
eso sería
para ser Reina y Madre
de Andalucía
Para recaudar fondos para esta última
recurrió a Gallito que organizo un festival en la Monumental el 8 de diciembre
de 1919.
Joselito en el festival benéfico para la coronación de la Virgen del Rocío |
Hombre prolífico en todas sus facetas se
proclamó profundamente español ante los fuertes brotes independentistas catalanes
que ya en aquella época se manifestaban. Escribió un “Himno a la Bandera” que
hoy día estarían de rigurosa actualidad y cuyos primeros versos no viene mal
recordar.
¡Gloria a ti, Pabellón de Castilla,
pincelada de sangre y sol!
¡Quien no doble ante ti la rodilla
no merece llamarse español!
Estaba muy vinculado con las hermandades
de Sevilla, en especial con la Macarena y el Valle. De hecho cuando La imagen
de la Virgen del Valle sale ardiendo en la iglesia del Santo Ángel es
restaurada posteriormente en su casa de la calle Abades.
Coronación canónica de la Virgen de los Reyes, la mayor devoción del Dr Leal Castaño |
Los canónigos, entre los que se encuentra Muñoz Y Pabón observando la corona de la Virgen antes de la coronación. |
Muy curiosa fue la maniobra que hizo con
la imagen del Señor Atado a la Columna de la Hermandad de las Cigarreras. Hasta
1916 dicha hermandad tenía una fantástica imagen de Pedro Roldán cedida por el
Arzobispado. La imagen fue sustituida por otra de Joaquin Bilbao de menos valor
artístico, acabando la de Roldan en la iglesia de Hinojos , pueblo natal de
Muñoz y Pabón que tenía gran interés en que su localidad natal tuviera una
imagen de categoría, que a día de hoy aún permanece en aquella
iglesia.
Aquella Semana Santa , una joven
cigarrera disgustada por el cambio lanzó una maliciosa saeta a la Virgen de la
Victoria comparando la talla de Bilbao con el pagador de la Fábrica de Tabacos
que al parecer era un hombre fornido y
musculoso.
"Mare mia la Victoria
bien comprendo tu dolor
te han quitaito tu hijo
y t,an puesto er pagador".
A pesar de ello tenía gran amistad con
el Director de la Fábrica de Tabacos de Sevilla, que le hacía múltiples regalos
de cajas de cigarrillos que a la postre acabarían costándole la vida pues
falleció en diciembre de 1920 con solo 54 años víctima de un cáncer de pulmón
en su casa de la calle Abades, muy cerca de la Academia Sevillana de las Buenas
Letras de la que fue miembro. Una placa
en la calle Abades de Sevilla lo recuerda
Miembro también de la Academia Sevillana
de las Buenas Letras fue otro de los canónigos que participó en el funeral de
Joselito en la Catedral y el oficiante principal del funeral en la Macarena.
Don José Sebastíán Bandarán.
Un canónigo de armas tomar. Hombre serio
y riguroso, pero entregado a Dios y al prójimo. Muy vinculado a muchas hermandades de Sevilla y al mundo del toro.
En el año 1918 impone su disciplina a las hermandades creando el control de las
mismas en la carrera oficial implantando “ El Palquillo” de La Campana, conocido
en la época como el “Patíbulo”.
Fue el sacerdote que bendijo la Capilla
de los Marineros y sus restos mortales yacen a los pies de la Esperanza de
Triana.
El paso de la Virgen se monta quince
días antes de su salida justo encima de su tumba, por lo que tiene el
privilegio durante ese tiempo de ser su único e inamovible costalero.
Placa de la tumba de D. José Sebastián Bandarán en la Capilla de los Marineros |
Azulejo de la calle Pimienta |
Dicen que apenas se le podía ver
sonreír. Sin embargo había una persona que le conseguía sacar enormes sonrisas
y con el que procuraba compartir mesa en los actos oficiales a los que solía
ir. El Doctor Leal Castaño.
Tarjeta de visita del Canónigo y Predicador titular de la ciudad de Sevilla |
Don José Sebastián Bandarán entre D. Ramón Sánchez Pizjuán y el Dr. Leal Castaño en la celebración del 50 aniversario del Sevilla. Obsérvese el escudo del Sevilla en la mesa |
El Dr. Leal Castaño y D. José Sebastián Bandarán |
Los dos canónigos tuvieron gran amistad
con el Cardenal Marcelo Spínola, que había fundado “El Correo de Andalucía” y que animaba a ambos a
prodigar su vena literaria.
Le decía Marcelo Spínola a Muñoz y
Pabón.
“A seguir escribiendo… Ni se contente
solo con ser aficionado. Hágase profesional. Teólogos y canonistas, patrólogos
y exegetas, tenemos muchos en la Iglesia. Filósofos y naturalistas tampoco nos
faltan. De literatos es de lo que andamos escasillos”
La mentalidad puritana de la época le
hizo tener grandes detractores a lo que Muñoz y Pabon siempre contestaba
“No crean que me irrito, ni que pierdo
por ello la paz interior”.
D. Juan Francisco Muñoz y Pabón. |
Precisamente en las páginas de “El
Correo de Andalucia” publicó un artículo
sobre los funerales de Joselito y que por su interés
reproducimos de manera literal porque generó tanto entusiasmo como polémica y
escándalo en ciertos estamentos de la ciudad.
Extracto de las cartas |
Decía el artículo lo siguiente:
“La muerte de Joselito ha sido toda una
tragedia. En la plenitud de la vida- 25 años- , en el apogeo de la fama y en lo
alto de la catedra de la sabiduría taurina, Joselito ha sido regado en flor por
el asta de un marrajo.
¡El ídolo de las muchedumbres y el
fetiche de la afición ha rodado por la arena, roto y ensangrentado, muriendo
ante dolores indecibles, cuando aún resonaban en los tendidos los últimos
aplausos, que logró arrancar su arte prodigioso!... De aquí que Sevilla entera
háyase horrorizado y conmovido ante esta tragedia tan luctuosa, como ante la de
Sófocles el pueblo griego…
Los Hércules de la Alameda están de luto
y la Giralda llora. ¿Cabe expresión de dolor más sevillana?
Delicadeza ha sido la primera, que es
toda una caricia y equivale a una lágrima. Y delicadeza ha sido la segunda, que
por ser toda una oración, equivale a un sufragio.
Con ser cosa tan fina, tan sencillamente
delicada, enlutar con crespones los monolitos de la Alameda, y colgar, con
mantones de Manila negros, los balcones del tránsito, cual si no hubiera para
un torero muerto otro luto más apropiado que mantones de Manila, la finura de
un funeral en la Santa Metropolitana y Patriarcal Iglesia le da quince y raya a
la finura anterior.
Sevilla quería para la enormidad de la
tragedia de su ídolo, exequias de Canónigo…, de Grande de España…, de Ministro
de la Corona.., de Príncipe de la Sangre.., de Rey…, de Pontífice.
Con lágrimas en los ojos, se ha acercado
al Cabildo Metropolitano en demanda de ello. El Cabildo, que tiene el raro acierto de ponerse siempre en la
realidad de las cosas, ha accedido a la súplica con proverbial benignidad; y,
una vez puesto a hacer unos funerales dignos de Sevilla, ha desplegado toda la asiática
pompa de su incomparable liturgia: ¡ La gran misa de Eslava y el terno de
Viernes Santo!
Por cierto que no han faltado títulos de
Castilla – asistentes al acto- que han sentido escándalo de que todo un Cabildo
Catedral haga exequias por un torero…
Pero ¿Qué? ¿ No sois vosotros los que
aplaudís a los toreros y los jaleáis; los que aduláis … formándoles corte hasta
las mismas gradas del trono…, los que os disputáis sus saludos como una honra;
tenéis en más su autógrafo , que los de cualquier intelectual consagrado, y
juzgáis sus reliquias – a las veces más íntimas-como las de un confesor de
Jesucristo?
Cualquiera os entiende, piadosísimos
varones. Llegáis en vuestra demanda a rendir parias a la memoria del torero
muerto, asistiendo a su funeral, y ponéis como chupa de domine al Cabildo,
porque es tan “demócrata” que hace sufragios por un fiel que ha pasado a mejor
vida en comunión con la Iglesia.
¿ O es que va nuestro Cabildo a guardar
estos funerales para cuando muera un político, enemigo de Jesucristo y su
Iglesia, y venga la Real Cédula de ruego y encargo? La Real Cédula, en el caso
presente, la han expedido el pueblo y la familia doliente, y el Cabildo no ha
hecho más que darle curso.
Ahora, si Joselito no ha sido tan
funesto para la nación y para la Iglesia como lo son los políticos- aquí entran
también los locales-, nadie tiene la culpa.
El pobrecito puede decirse que no ha
hecho mal a nadie. ¡Ojalá que de todos los que mueren pueda decirse otro tanto!”
¿ Será por esto por lo que en los
funerales de los políticos no suele haber más que “la música y acá”, y en las
honras de Joselito ha estado “toda Sevilla”, empezando por vosotros, los
títulos y los grandes, y acabando por los pobres y los humildes? ¿Es que os
duele el contraste?
El remedio no está en Roma: mereced ser
queridos en vida y llorados en muerte. El pueblo hará lo demás”.
La carta no tiene desperdicio y Muñoz y
Pabón no se recató ni un ápice en expresar lo que sentía y pensaba.
No sentó muy bien el artículo. Muñoz y
Pabón recibió en su casa una carta en papel timbrado reprochándole el artículo
anterior.
Muñoz y Pabón le contesta en un artículo
titulado “A Ella” que por su interés reproducimos a continuación:
“ La letra es de mujer ( de esa, toda
picuda, que hemos convenido últimamente que es lo hiperelegante y ultrachic..,
aún cuando no se entienda) y el papel es timbrado. Solamente que una mano
precavida ha vaciado con las tijeras la cifra o blasón y no ha dejado más que la
corona heráldica que cobijaba la una o remataba el otro.
Pone el grito en el cielo mi distinguida
comunicante, porque una pluma como la mía –muchas gracias, señora, por las
lisonjeras frases que me prodiga a este propósito- haya sido puesta por mí al
servicio de la causa de un torero , “ de quien todo lo que usted tiene que
decir –son sus palabras- es que no ha hecho mal a nadie”.
¿Me permite señora que le conteste?
Mire usted: como mi artículo no era
precisamente panegírico del torero, ni como torero ni como hombre, sino de la
delicadeza de sentimiento de la ciudad de Sevilla, al querer y procurar para su
ídolo el luto civil de los Hércules de la Alameda y el sufragio cristiano del
funeral en nuestra Basílica, no tuve por qué apurar el consonante de las
virtudes públicas y privadas del pobrecito muerto. Pero, pues me tira usted de
la lengua, con que si todo lo que tengo que decir de Joselito era eso, le diré
que el infortunado espada era algo más que un hombre que no hacía daño a nadie.
Joselito era creyente. Era devoto. Y sin
esas prodigalidades chocarreras, ni esos rumbos chabacanos de los toreros del
antiguo régimen.
Joselito contribuyó como un príncipe a
todo lo noble, a todo lo grande, a todo lo santo que se proyectó en Sevilla.
Ahí están, si no, las coronas de oro de
la Virgen de la Esperanza de la Macarena y la del Rocío… el premio que
proyectaba para costear la carrera de magisterio a un estudiante pobre de
Sevilla…, las mil y una suscripciones para la caridad o para el culto, donde
estampó su limosna, en cuyo beneficio expuso su pelleja, y las madres y las
hermanas de otros cien, a quienes socorrió con mano prodiga.
¡Desengáñese usted, señora! Joselito era
aún más querido que admirado; y cuando las muchedumbres llegan a querer, crea
usted que por algo quieren.
Ni es esto sólo. Otro en su edad – en la
flor de la vida-, con sus posibles, y sobre todo: en medio de la apoteosis de ídolo
de las turbas, que era su medio ambiente, quizás hubiera dejado detrás de si una
estela de escándalo. Joselito se ha deslizado por la historia como un muchacho
de juicio, como un hombre bueno, con la puntería puesta en una novia, que iba a
hacer su mujer, porque “era buena”; porque “era de su casa” y porque “tenía
religión”.
¿Piensan así – y usted dispense la
pregunta- sus hermanos de usted o sus primitos, al romper con el donjuanismo de
solteros para entrar por el aro del matrimonio?
Crea usted que me holgaría sobre manera
de que así fuese…
Por lo demás , señora, cada uno escribe
lo que siente, y yo soy la sinceridad en carne humana. De ahí que tenga
lectores quizá , y sin quizá, más que por lo bien que, según usted, escribo, porque, como dijo el clásico " de mi libre musa/jamás el eco adormeció a tiranos/ni vil lisonja emponzoñó mi aliento”. De usted, señora, con toda reverencia servidor y capellán, que en sus santas oraciones se encomienda. Juan F. Muñoz Pabón."
Buen repaso le dio a la señora.
La repercusión de la carta fue tal que
los miembros del Club Gallito decidieron hacerle un homenaje ofreciéndole una
pluma de oro costeada por suscripción popular.
Se formó una Comisión organizadora en la Lotería de la Europa cerca de
la Alameda de Hércules.
Carta de la Comisión a The Times publicitando la suscripción |
Al enterarse el canónigo escribió una
carta a la Comisión
“Séame licito exponer una idea. Sea el
obsequio una pluma. Y de oro.. Y todo lo más rica y artística que pueda dar de
sí la suscripción. Aceptada desde luego y agradecida. Pero póngasele un
alfiler, que la convierta en imperdible o broche, para sujetar con ella el
cíngulo de la Virgen de la Esperanza. Sea para ella la pluma”.
No aceptó en principio la Comisión la
sugerencia e insistían en regalarle a él la pluma. Volvió a escribirles otra
carta en la que decía
“Vamos a dejarnos de pluma de oro que yo
con la pobre que tengo me las compongo como Dios me da a entender y vamos a convertir lo que se recolecte en el
estipendio de una misa rezada, que yo me comprometo a decir el día que ustedes
señalen, por el alma de Joselito en el altar de la Virgen de la Esperanza.
Hecha mía dicha suma , mediante la aplicación del Santo Sacrificio, es mi
voluntad que se emplee en una limosna de pan- A ser posible de trigo- como un sufragio más por el alma del muerto,
limosna que repartirán ustedes mismo cómo a bien tengan”
Aceptó la Comisión lo que Muñoz y Pabón quería y le contesta
“Desde luego ya que ese es su deseo será
la pluma de oro para la Virgen de la Esperanza, donada por usted. El tamaño de la mencionada pluma se reducirá,
apropiándola para un imperdible ganando en valor y arte lo que pierda en
dimensiones. La Hermandad cuidará que la Virgen la luzca siempre y en especial
las Madrugadas del Viernes Santo para que el pueblo, al ver la alhaja recuerde
con cariño al escritor que supo hacerse
interprete de tan nobles sentimientos. Todo ello sin perjuicio de que si
el resultado lo permite, le complazcamos también en la limosna de pan para los
pobres”.
A la suscripción se adhirió también Rafael
el Gallo que escribió a la Comisión
“En consideración y respeto de la
memoria de mi infortunado hermano José, en representación de toda mi familia,
me reserven el último lugar en la suscripción abierta, a fin de contribuir a
ella en la forma que mejor estimen”
La Hermandad de la Macarena acordó en
Junta de Gobierno que “se diera una limosna a los pobres, consistentes en
hogazas de pan, en memoria de nuestro hermano José Gomez Ortega”
José en vida y de forma anónima daba
dinero a su administrador para que en
Sevilla se repartiera el pan a los pobres. Solo cuando murió, y al notar su
falta los beneficiarios, se supo que había sido él el que mandaba repartir
aquellas hogazas de pan y aquellas limosnas tal y como contó su administrador.
Muñoz y Pabón si lo sabía y por eso
pidió que se siguieran repartiendo con la colecta que se recogiera .
En la pluma puede observarse un gallo y
un estoque en memoría de Jose.
No pudo llegar a ver la pluma en el
fajín de la Virgen el canónigo, pues aquel invierno de 1920 fallecería.
Terminaba la carta “A Ella” con una
posdata en la que Muñoz y Pabón de forma sarcástica a la vez que humorística igualaba
a Joselito a los nobles porque había muerto “ a la vera de la Reina”
“Para el pueblo, Joselito no podía morir
en cualquier parte y de cualquier manera. Y – misté, don Juan:- me decía la mujer del pueblo, que me daba la
noticia: - fue una corná tan regrande,
que lo vació enteramente. Le jicieron la cura (lo cuá dicen que fue un horró) y
le dieron el Santolio al pobrecito. Y ar verlo tan malito al infeli, po fueron
y lo arrecogieron entre cuatro, y lo llevaron a morí… ¡ A la vera de la Reina!
Terminaremos nosotros con la frase del
primer artículo de Muñoz y Pabón.
“Mereced ser queridos en vida y llorados
en muerte”. Y así nos plantaremos sin duda “ a la vera de la Reina”...
Querido Manolo, magnífica crónica memorística de la figura del canónigo Muñoz y Pabón en relación con la de Joselito. Enhorabuena. Esperando la próxima. Un abrazo.
ResponderEliminarUn placer leerte. Rigor, erudición, personalidad y optimismo desbordante. Un abrazo
ResponderEliminarSi espléndida fue la conferencia que diste anoche en el Circulo de Labradores sobre Joselito el Gallo, antológico es tu artículo de hoy sobre Muñoz y Pabón y los personajes que le trataron. Precioso el retrato que haces de don José Sebastián y Bandarán, todo un personaje para escribir sobre él un libro. Enhorabuena por todo.
ResponderEliminarMuchas gracias por su comentario. Me sale como anónimo y no puedo saber de quien se trata. Le agradezco mucho sus palabras. Solo matizar que la publicación es de junio de 2920. Gracias de nuevo
Eliminar